martes, 27 de diciembre de 2011

Randall

A veces tengo un miedo atravesado en la garganta. Se me clava, y se pasea por mi cuerpo como si tuviera permiso para ello. A veces mi miedo tiene cara, piernas y pelo, y se cuela en mi cabeza creando imágenes que me torturan. La soledad es cada vez más amiga que enemiga, pero a veces se alía con el miedo que tengo atravesado en la garganta, y no puedo sino recordar aquella pequeña mujercita, morena y analfabeta, que por un error del destino se encontraba en el mundo de los monstruos y aprendía a tirarle de la cola a su peor temor, y reir con las consecuencias.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Chocolata


Cogí mi cuchara de plástico y lo primero que pensé fue; ¿para qué? Para comer tarta, sí, pero porqué plástico. Ultimamente estoy más sensible con el gasto exagerado de ese material, y me dió rabia que no se lo plantearan. Aun así la cogí y alargué mi brazo hacia la tarta. Había sólo cuerpos y cabezas y semioscuridades raras. Era un pasillo estrecho en el que a duras penas cabían tres cuerpos en línea, con un cuadrado al fondo, dos por dos. Estabamos repegadas, rozándonos, sudándnonos, jugando en los límites que nos permitía tan escueto espacio a movernos con la mayor libertad que sabíamos. Volví a alargar mi brazo a por la tarta, enfocada, viendo sólo mi cuchara y su destino, cuando ví una manaza entrando de lleno en la masa viscosa, estrujándola y pringándola contra alguien. ¡Claro! Era la mejor idea que nadie había tenido esa noche. Entonces llovieron manos, y huyeron cuerpos, y me escurrí al suelo huyendo de la monstruita encontrando una gran bola de chocolate a mis pies, la cogí con ambas manos y cuando se creía que me tenía a su merced, se la pringué del flequillo al escote. Me llevé mi parte, pero sólo consiguió animarme para luchar. 
En algun momento alguien decidió que la tarta era para comer y la devolvió a la barra. Nosotras nos fuimos a empañar el espejo del baño entre enjuagues, frotes y risas malvadas de brujas de cuento.
Nos quitamos la mayoría de los cachos de comida, pero nos quedamos con el olor a dulce y la risa en el corazón.

Cuando llegué a casa y me puse a leer en la cama, dispuesta a sumergirme durante dos o tres horas en mi libro de fantasía, empecé a jugar con mis rizos, como hago siempre. Entonces fuí desmenuzando pequeñas bolas de chocolate que cayeron en mi almohada, y me hicieron soñar con los lazos que crean los juegos en común y las risas cómplices.


viernes, 16 de diciembre de 2011

O jugamos todxs o pinchamos la pelota.

Una yanqui convive con aborígenes australianxs en el desierto.

A continuación charlamos sobre juegos y deportes. Les conté que en Estados Unidos nos interesan mucho los acontecimientos deportivos, y que de hecho les pagamos mucho más a los jugadores de baloncesto que a lxs maestrxs. Me ofrecí a mostrarles uno de nuestros juegos y sugerí que nos colocáramos todos en línea y que corriéramos lo más deprisa posible. El más rápido sería el ganador. Ellos me miraron con grandes ojos, y luego se miraron entre sí. Por fin alguien dijo: "pero si gana una persona, todos los demás tendrán que perder. ¿eso es divertido? Los juegos son para divertirse. ¿Para qué someter a una persona a semejante experiencia y tratar de convencerla luego de que en realidad ha ganado? Esa costumbre es difícil de entender. ¿funciona con tu gente?" Yo me limité a sonreír y a negar con la cabeza.

Marlo Morgan, "Las Voces del Desierto".


miércoles, 7 de diciembre de 2011

Placer del Dolor.

"Cassandra se sentó con cuidado. Una semana de trabajos de jardinería le había dejado las pantorrillas duras y los muslos cansados. No es que le importara demasiado. Cassandra obtenía un perverso placer de su cuerpo dolorido. Era la prueba irrefutable de su propia existencia física. Ya no se sentía invisible o frágil; tenía más peso, era menos probable que se la llevara la brisa."

El Jardín Olvidado, de Kate Morton.




Amén, dije yo al leerlo. Amén a ese dolor físico que me abstrae del sufrimiento emocional, a esas agujetas que me recuerdan a cada paso cual es mi cuerpo, cuales son sus dimensiones, sus límites. Amén a sentir más que pensar, porque sino se me revuelve la mente, me ataco, me juzgo, me obligo, me fuerzo, me maltrato. Pero cuando el cuerpo siente, ah, bendito sea. Entonces recuerdo que todo es más sencillo, que no hay tantas variables, y que no somos yo o el mundo, sino yo y el mundo, que no hay separación y que todo es uno, sin más. Que lo que veo fuera es porque lo conozco de tenerlo dentro, que lo que busco en otrxs sólo lo podré encontrar en mí, que lo que les doy al resto es lo que quisiera darme a mí misma. Que todo es uno, todo es lo mismo, y sólo necesito sentir, ser y estar.